La ausencia absoluta (28/08/2012)

Nuevamente vuelve a fallar hasta lo inanimado.
Para lo que lleva vida ya supimos establecer las reglas: si puede moverse, puede fallarte.
Ahora estamos en la completa soledad.
Tan triste que ni la luz del sol quiere acompañarnos.
Ni la oscuridad.
Se queja constantemente, por las noches, impidiendonos dormir.
No así soñar.
Ni la cama, ni las sillas... Ni las paredes, ya hartas de nuestros nudillos.
Nada nos acompaña.
¡Este espíritu ya no quiere seguir en este envase!
Continuamos, aturdidos, sin conocer esas medicinas para el alma.
Los problemas no se disipan debidamente.
Los placeres y las penas no caben en una persona.
Cruzan los umbrales del cuerpo y se van más allá de nuestro ser.
El contenido rebalsa el recipiente.
Metido a presión en el cuerpo, el alma tiende a salirse en cada instante.
Fluye, huye.... Chorrea.
Se desparrama por el piso, la pasamos por arriba, la embarramos.
Intenta escapar a lo que inevitablemente está adherido.
Cuando entonces, pasa una mosca y una voz amistosa susurra “¿Qué te pasa?”
Todo vuelve a la “normalidad” (a fingir ser uno más de la muchedumbre).
El alma se absorbe cual sopa de invierno.
“Estoy cansado, nada mas”. Y todo como antes.
Es una mentira, si... Pero es mejor que hablar y zozobrar en las mareas.
Que naufragar. Que irnos voluntariamente a naufragar.
Si es tan fácil... ¿Por qué no lo hice antes? ¿Por qué no mentí?.
“Yo tampoco te amé”.
Mentir providencialmente. Amarretear en discursos.
Falsear de acá en adelante... “Estoy bien”.
Abaratar costos en palabras, en frases. Que no importen los sentidos, ni los sentimientos.
Comprar indicaciones de manual.
“Y entonces, olvidé facilmente”.
Que simple la vida vista del ojo ajeno.
Que fácil es saber lo que se debe hacer. Que lejos estamos de llevarlo a cabo.
Que triste que es la vida en soledad.
Que cerrado que se vuelve el ser humano en su depresión.
Cerrado hasta consigo mismo.
No admite estar deprimido.
No asume estar mal.
Ni con lágrimas en los ojos admite su llanto.


MdO.

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